¡Castigado! Esta semana vas a entrenar y no hay partido.

Es muy habitual que los padres de niños que hacen deporte escolar amenacen y/o castiguen a sus hijos con impedirles ir a entrenar si sus calificaciones han sido negativas. Con ello pretenden, o eso creen ellos, que el chico mejore su rendimiento escolar. Por lo general no da resultado y los suspensos se repiten. Esta circunstancia es aprovechada por algunos entrenadores para “tirar de la lista” de los beneficios que supone para el deportista joven la práctica deportiva. No hay duda de que son muchos y muy beneficiosos. Por tanto, instan a los padres a que permitan que sus hijos continúen asistiendo a los entrenamientos. Aún siendo bienintencionados, en ocasiones rozan la delgada línea que separa sus intereses de sus obligaciones como entrenadores de jóvenes deportistas. Pero ante todo, jóvenes. Y para este colectivo se debe tener siempre presente que el deporte es un elemento más de su desarrollo integral como individuos. Y que no debe en ningún caso invadir el terreno de otras áreas importantes. Una de ellas es obviamente la académica. Bien es cierto, y así me lo confirman numerosas conversaciones con entrenadores, que en ocasiones la práctica deportiva a supuesto para muchos la única ligazón con una vida relativamente equilibrada.
Cuando los padres castigan a sus hijos prohibiéndoles ir a entrenar no están consiguiendo con ello que sus hijos necesariamente estudien más. Puede que inviertan el tiempo del entrenamiento jugando a la videoconsola, viendo la tele, saliendo con los amigos…en vez de estudiar. Puede que tampoco sirva de mucho encerrarle en la habitación para que estudie. Las posibilidades de distracción de un niño/adolescente, aún estando delante de un libro, son enormes; especialmente si se lo propone. Con frecuencia los padres se limitan a “dictar la sentencia” y se desentienden de su cumplimiento. Tal vez el chico no organice adecuadamente el tiempo y sus tareas, tal vez no entienda las explicaciones, o no conoce estrategias de estudio… Desconocer los antecedentes del problema suele dejar sin efecto la solución aplicada. Convendría averiguar la razón por la que el joven no rinde académicamente. Claramente el castigo así aplicado no sirve de nada. La fuente de reforzamiento queda muy lejana, a menudo no sabe cómo alcanzar el objetivo y las probabilidades de que pierda su valor son altas. Resulta más cómodo quedarse en casa y darle a la “play”. La experiencia me dice que el alumno que se descuelga de los estudios acaba por descolgarse después del deporte. El entrenador suele apelar a la responsabilidad adquirida con el equipo para persuadir al jugador y a los padres de que no falte al entrenamiento. Por esto mismo es perfectamente válida la estrategia de no solo permitir, sino obligar al niño a asistir a los entrenamientos en virtud de ese compromiso, pero el día de la competición no podrá asisitir y ese tiempo lo dedicará a estudiar y poner al día sus tareas. Pero vigilando su cumplimiento y estando atentos los padres a las dificultades que puedan surgir para ponerles remedio. Esta solución puede que no sea del total agrado del entrenador pero pone en relieve la obligación prioritaria del jugador; sacar adelante sus estudios. No olvidemos que en España la enseñanza es obligatoria y gratuita (aunque esto último sea más un eufemismo que otra cosa) y practicar deporte no. Si los beneficios del deporte son numerosos, mucho mayores son los derivados de sacar adelante los estudios. ¡No perdamos el norte! Además, le permite seguir teniendo acceso al reforzamiento que supone estar con sus compañeros de equipo pero no disfrutar del mayor reforzamiento que supone participar en los partidos. Poder disponer del “paquete completo” implica estar dispuesto a esforzarse más en sus responsabilidades académicas. Evidentemente esta solución puede provocar frustración al entrenador, que puede ver como sus objetivos deportivos no se cumplen satisfactoriamente. ¿Y quién le ha dicho al entrenador que se tienen que cumplir? Es una de sus responsabilidades permitir y alentar al jugador a que se esfuerce en sus obligaciones académicas. “Si cumples en clase podrás disfrutar de los partidos”. Me consta que hay clubes que consideran prioritario el rendimiento académico de sus jugadores para asistir a los partidos. “no apruebas, no juegas”. Y son cantera de equipos nacionales. Tan mal no lo harán…

Por otro lado, los entrenadores suelen aportan ejemplos de jugadores comprometidos con el equipo que además son alumnos brillantes como si existiese una relación causal entre entrenar todos los días y obtener altas calificaciones. Se trata de una absoluta falacia. Más bien es al revés; aquellos alumnos que están comprometidos con sus estudios lo están también con sus equipos. Saben que para poder tener acceso al refuerzo que supone practicar deporte antes hay que “pagar el precio” y este no es otro que cumplir en el colegio. Y este es el tema central: Aprender que las cosas que nos gustan tienen un precio; “Si no pagas no tienes”. Recibir el premio antes genera “holgazanería aprendida” que no es otra cosa que aprender que no es necesario hacer nada para conseguir lo que se desea. Se obtiene sin más. Con ello, además, los padres pierden la oportunidad de poner en valor la inversión de tiempo, esfuerzo y dinero que hacen para que sus hijos puedan practicar deporte.

El entrenador puede animar al chaval a que estudie y a los padres a que se impliquen más en los estudios de sus hijos o no, pero considero una absoluta falta de ética profesional priorizar lo que a él le interesa, que en muchos casos no es otra cosa que el chico no le chafe los entrenamientos, amparándose en argumentos tendenciosos sobre lo saludable que es practicar deporte. Bastantes “ninis” tenemos como para abrir la puerta a nuevos candidatos a “grandes hermanos” y “hombres, mujeres y viceversa”.